sábado, 27 de septiembre de 2014

Separados y desiguales

Está pasando en Estados Unidos, pero quizá la situación en nuestro país no es tan distinta como pudiera parecer. Me explico. El pasado domingo disfruté del interesante espacio que "30 minuts", un clásico de la televisión catalana, dedicó al documental "Separados y desiguales", producción elaborada por Frank Koughan y Mary Robertson para el programa Frontline de la cadena norteamericana PBS. La cuestión racial se ha vuelto a poner en el centro del debate público en los Estados Unidos. El asesinato de un joven de raza negra a manos de la policía en la ciudad de Ferguson durante el pasado mes de agosto generó un estallido de violencia que ha vuelto a ubicar la cuestión racial en el ojo del huracán. En este contexto de confrontación parecería lógico considerar la escuela como instrumento clave en la redirección de estas problemáticas sociales y en la generación de espacios de integración entre las diversas comunidades.

Pues no. O al menos no desde la perspectiva que uno podría imaginar de un país que declaró ilegales la escuelas segregadas hace más de 60 años. Todo el trabajo desarrollado a lo largo de las últimas décadas basado en la integración y en la coexistencia de las diversas comunidades dentro del ámbito educativo puede saltar por los aires ante iniciativas segregadoras mostradas en "Separados y desiguales" y que se están desarrollando en muchas ciudades estadounidenses. 

Es el caso de Baton Rouge, en el estado de Louisiana. Un movimiento organizado por grupos de padres de clase media y media-alta, mayoritariamente de raza blanca, intentan segregar los barrios donde residen para convertirlos en nuevas ciudades y así disponer de un sistema educativo hecho a medida. El argumento utilizado es la necesidad de evitar los largos desplazamientos de sus hijos para acudir a las escuelas integradas y multiraciales. Por otra parte, muchos de los estudiantes de estos nuevos distritos educativos, ciudadanos de barrios desfavorecidos, serían expulsados y obligados a cambiar de centro educativo. Así pues, el debate de la mala calidad de las escuelas públicas sirve de excusa para generar esta serie de reivindicaciones que, en caso de prosperar, puede crear distritos educativos diferenciados en función de criterios socioeconómicos y raciales, nunca educativos.

La pregunta es, ¿hasta qué punto no estamos viviendo un proceso similar en nuestro país? La creación del distrito único, el sistema concertado de educación, la competencia creciente entre centros de una misma ciudad por atraer el mayor número de alumnado posible o la concentración de los hijos de familias con rentas bajas y mayor inmigración en determinados centros son sólo algunas tendencias presentes en nuestra realidad educativa. Quizás es que, simplemente, Baton Rouge y Lousiana no están, ni mucho menos, tan lejos como pudiéramos pensar en un principio. Os dejo con el documental (aquí)... ¿Qué os parece?

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miércoles, 24 de septiembre de 2014

No es país para universitarios


Ni para graduados superiores. Al menos eso parece una vez leídas las conclusiones del informe Panorama de la educación 2014 elaborado por la OCDE. Comparadas las cifras de desempleo de España con las del resto de los países miembros, puede apreciarse que en los niveles superiores de formación el desempleo español es casi tres veces superior a la media de la OCDE. Este hecho demuestra que en España la formación protege menos frente al desempleo que en los países de nuestro entorno. Tampoco es que hubiera que ser un lince para llegar a esta conclusión. La sangría de exiliados universitarios que ha abandonado el país desde el inicio de la crisis ya ofrecía pistas en este sentido. Es cierto que, también en España, los titulados superiores presentan tasas de paro más reducidas que la población menos formada. No obstante, la falta de oportunidades, un mercado laboral raquítico y una sensación de abandono por parte de las instituciones públicas han llevado a decenas de miles de jóvenes a hacer las maletas y poner su talento al servicio de mercados laborales (y sociedades, quizá) más maduros y preparados.

Por si todo esto fuera poco, el incremento de las tasas universitarias y la reducción de becas no ofrecen un panorama demasiado prometedor para el mundo universitario. De hecho, en los dos últimos cursos el número de matriculados en las universidades españolas ha descendido en 45.000 alumnos. Paralelamente, la formación profesional, generalmente más identificada y vinculada al mercado laboral, ha absorbido una creciente demanda de plazas a lo largo de los últimos años. No obstante, unos y otros, universitarios y técnicos superiores, deben hacer frente a una realidad socioeconómica muy complicada definida por la destrucción de puestos de trabajo de los últimos años y por la precarización generalizada de las condiciones laborales.

¿Cómo hacer frente a la actual situación desde la universidad y, en general, desde las instituciones educativas? Creo que puede ser muy peligroso plegarse a los planteamientos economicistas dictados desde determinadas instituciones. Es cierto que hay que acercar el mundo de la formación al mercado laboral para generar experiencias profesionalizadoras que faciliten el tránsito de los estudiantes al mundo del trabajo. Existen, de hecho, numerosas experiencias en este sentido tanto en el ámbito de la formación profesional como en el mundo universitario. Es cierto, también, que hay que reformular determinados planteamientos y metodologías, en muchos casos anacrónicas, todavía presentes en todas las etapas educativas. Hay mucho trabajo por hacer en la esfera educativa. Pero todo ello quedará en nada si no se afronta el que quizá sea verdadero reto de este país: crear un mercado de trabajo versátil y diversificado que absorba en condiciones de justicia social al conjunto de los trabajadores.

En definitiva, hay que destacar la necesidad de situar la educación en el centro del Estado del bienestar, no por sus implicaciones económicas, sino por su capacidad para generar ciudadanos críticos, bien preparados e implicados con las problemáticas de su entorno. Más allá de los resultados publicados por la OCDE, la prioridad es evitar la consolidación de una generación perdida que se verá abocada a huir y a permanecer en el extranjero o a asumir puestos de trabajo muy por debajo de los conocimientos adquiridos durante su itinerario formativo.  Sin duda que el esfuerzo merecerá la pena.

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jueves, 18 de septiembre de 2014

A vueltas con los sueldos en educación...

Es recurrente. Se trata de una noticia que cada ciertos meses suele aparecer en un medio o en otro y que, dependiendo del momento, levanta más o menos polvareda. Hace meses fue la propia secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, la que atizaba al profesorado por llevarse gran parte del presupuesto del ministerio en concepto de sueldos. Ahora es Dirk Van Damme, responsable del informe Panorama de la Educación elaborado por la OCDE, quien señala que los altos salarios de los profesores dejan poco margen para "otras iniciativas" e infraestructuras. El gasto del coste del profesorado se calcula teniendo en cuenta el sueldo docente, el número de años de escolarización y la ratio de alumnos por aula y parece que, en todos esos aspectos, España mejora las medias de los países de la OCDE.

Así pues, la conclusión es sencilla: los elevados sueldos del profesorado son un obstáculo para la mejora del sistema. Claro, hay demasiados profesores con sueldos muy elevados, lo cual elimina recursos para toda una serie de innovadoras iniciativas y propuestas  que no pueden implementarse a causa de los altos salarios de los profesionales docentes. No se trata de ponerse en plan demagogo. Es obvio e innegable que una gran parte del presupuesto del ministerio de educación se va en pagar los sueldos de las personas que desarrollan su actividad en el ámbito educativo. Y resulta que la mayoría son profesores. Supongo que será igual si hablamos de seguridad, de becas deportivas o de cualquier otra actividad: el gasto en personal siempre suele ser el más elevado de los contemplados por el presupuesto de turno.

El debate de los sueldos del profesorado debe afrontarse, es cierto. Pero vincular la mejora de resultados de nuestro sistema educativo a una reducción de los salarios docentes suena reduccionista e interesado. Por contra, sí parece necesario analizar la posibilidad de establecer una escala salarial que acabe con los sueldos planos durante toda la carrera profesional y que genere incentivos al profesorado para la mejora constante. Este es un debate por abrir, mientras que afirmar que los salarios del profesorado no dejan margen a la mejora es, siendo benévolos, una simplicidad interesada. 

Pero hay más debates y vías de actuación posibles para la mejora de resultados: leyes educativas frágiles y cambiantes, planes de formación y capacitación docente insuficientes, currículums académicos alejados de la realidad, estructuras organizativas y administrativas carentes de sentido... Afrontar estas líneas de trabajo con la voluntad de reorganizar nuestro sistema educativo puede ser de gran interés en la mejora de resultados. Por contra, focalizar la problemática educativa en los sueldos del profesorado sólo puede contribuir a generar crispación y a deteriorar, más si cabe, la figura del profesorado. Y, aunque desde determinadas esferas no se lo crean, este es un hecho que ni nuestra sociedad ni nuestro sistema educativo se pueden permitir. 


domingo, 14 de septiembre de 2014

Nuevo curso en los centros de adultos

En breve comienza el nuevo curso escolar en los centros de adultos. Igual que en el resto de etapas educativas, la nueva temporada se presenta llena de ilusiones y proyectos, a la par que de incertezas y dudas. Creo que puede ser interesante iniciar el curso marcando algunos retos y desafíos como centro que permitan que nuestro alumnado, me atrevo a decir que el más heterogéneo de cualquier etapa educativa, pueda progresar y conseguir sus objetivos de manera satisfactoria.

Flexibilidad. Los centros de adultos albergan perfiles muy diversos y diferenciados. En la gran mayoría de casos (excluyendo quizá los perfiles más jóvenes) la actividad de nuestro alumnado en el centro es un ejercicio de malabarismo en sus agendas diarias. Muchos de ellos deben sacar tiempo de donde no lo hay para poder reemprender su formación. El trabajo (o en su ausencia, la búsqueda de empleo) y la atención a las familias son las principales actividades a las cuales nuestros alumnos arañan el tiempo posible para progresar en sus estudios. Así pues, desde los centros de adultos debemos estar atentos a estas necesidades y tratar de flexibilizar nuestros planes de estudios para permitir este progreso y aprovechamiento.

Formación. En muchos casos los profesionales que desarrollamos nuestra actividad en los centros de adultos no hemos recibido una formación específica para trabajar con alumnado adulto. Es importante permanecer en constante reciclaje y establecer planes de formación específicos para mejorar nuestra atención a los usuarios de los centros de adultos.

Fracaso escolar. Las cifras de fracaso escolar se mantienen altísimas y gran parte del alumnado derivado del abandono escolar vuelve a las aulas mediante los centros de adultos. Debemos estar muy atentos a las necesidades de estos perfiles y procurar no repetir los mismos errores cometidos en etapas anteriores. Cabe establecer una atención muy individualizada y flexible y generar dinámicas muy participativas alejadas de los roles tradicionales en el aula y en el centro. Dotar al alumnado de un rol activo en los procesos de enseñanza-aprendizaje puede ser una estrategia interesante para empoderarlo y convertirlo en protagonista de su trabajo en las aulas.

Educación y atención emocional. La multiplicidad de situaciones personales del alumnado genera multiplicidad de estados emocionales que hay que gestionar de manera adecuada. Una de los grandes luchas en la formación de adultos es la batalla contra el absentismo y el abandono. Una buena atención emocional, mostrando comprensión y entendimiento por parte del profesorado y del centro ante las distintas situaciones que pudieran producirse, puede ser fundamental para promover la confianza necesaria por parte del alumnado en su trabajo y en la importancia de finalizar su formación.

Visibilidad. Muchas veces, desde los centros de adultos tenemos la sensación de ser invisibles ante la administración y ante otros agentes de la comunidad educativa y la sociedad, en general. Así pues, uno de nuestros principales retos debe ser dar visibilidad al trabajo desarrollado en nuestros centros. Para ello debemos hacer un esfuerzo en comunicar nuestro trabajo, nuestros resultados, nuestras problemáticas... En definitiva, darle a los centros de adultos la importancia que por su trabajo académico y social merecen sin lugar a dudas.

En fin, aferrémosnos al timón y, sin más... ¡Empezamos!

Para más artículos sobre formación de adultos:

viernes, 12 de septiembre de 2014

Colaborando con INED 21

Desde este mes inicio una serie de colaboraciones con INED 21, magazine digital especializado en educación y aprendizaje. Es un placer y un orgullo poder colaborar con una plataforma que ofrece contenidos tan interesantes y útiles en el ámbito de la reflexión y la innovación educativas. Aprovecharemos, pues, para aprender mucho de la experiencia y para contribuir, en la medida de lo posible, a generar y enriquecer el debate y el análisis sobre educación y aprendizaje. 

He creado una página en este blog donde agruparé todas mis publicaciones en INED 21, las cuales, por otra parte, seguirán versando sobre los temas de actualidad educativa que llamen mi atención. Así pues, seguimos trabajando como siempre pero sumando más contactos y más gente al proyecto. 

¡Un lujazo!


sábado, 6 de septiembre de 2014

Educación y economía: de Adam Smith a Wert

Mucho se ha escrito sobre los orígenes de nuestro sistema educativo. La eclosión de la revolución industrial y la necesidad de un creciente volumen de mano de obra debidamente preparada y formada propició el nacimiento y la consolidación de los centros educativos tal y como los entendemos en la actualidad. No resulta extraño, pues, que algunos clásicos del capitalismo, entre ellos Adam Smith, relacionaran estrechamente la educación con el incremento de la productividad. Se establecía, pues, una vinculación directa entre dos ámbitos antaño diferenciados; vinculación que, en adelante, será una constante de nuestros sistemas educativos hasta filtrarse de manera estructural en su ADN.

Los nuevos cambios socioeconómicos y culturales vividos en el mundo occidental a lo largo de las últimas décadas han provocado alteraciones importantes del mundo educativo aunque, eso sí, sin ser capaces de modificar o alterar esta  estrecha relación entre economía y educación. La especialización laboral y las nuevas necesidades del mercado han propiciado una profunda reflexión sobre cómo enfocar la educación, aunque mucho me temo que no desde un punto de vista crítico para con las condiciones que el propio mercado impone.

En este contexto la Unión Europea inicia una serie de reformas, cada país con su ritmo y especificidad propia, para convertir y consolidar a la vieja Europa en una de las sociedades más competitivas del mundo. Así pues, tal y como señala Ángel Santamaría "las reformas llevadas a cabo tienen como objetivos la calidad, la eficacia, la empleabilidad y la puesta en valor de la relación entre la educación y el desarrollo económico y la competitividad"(1). Es decir, reformas con una clara y evidente orientación economicista.

Y es en éstas donde se impone la LOMCE del ministro Wert. La nueva ley aclara en su preámbulo, en la línea de lo comentado anteriormente, cuáles van a ser sus grandes objetivos: "Los principales objetivos que persigue la reforma son reducir la tasa de abandono temprano de la educación, mejorar los resultados educativos de acuerdo con criterios internacionales, tanto en la tasa comparativa de alumnos y alumnas excelentes, como en la de titulados en Educación Secundaria Obligatoria, mejorar la empleabilidad, y estimular el espíritu emprendedor de los estudiantes".

No se trata de negar la importancia estratégica y económica del sector de la educación. Hacerlo sería de ilusos. Prácticamente todos los países del mundo gastan un dineral en educación y, además, el sector es uno de los grandes empleadores de mano de obra. No obstante, es precisamente esa estrecha relación comentada anteriormente entre economía y educación la que está poniendo en jaque a una concepción educativa más humanística, ética e integradora. 

Así pues, la situación de crisis actual proporciona una doble coartada a los gobiernos de turno. Por un lado, les permite justificar recortes, reducción de servicios sociales y contención del gasto, en general. Por el otro, se crea un contexto propicio para focalizar el debate educativo en términos puramente economicistas, obviando toda una serie de elementos fundamentales en la formación de las personas como ciudadanos críticos y autónomos. 

Trabajo tenemos para dotar de contenido social y crítico a esos nuevos conceptos económicos que proliferan en la nueva jerga educativa y que, mal usados, pueden llevarnos a hacernos olvidar de quien es la principal responsabilidad de la situación actual. Así que al tanto con las competencias financieras, la ocupabilidad, la emprendeduría y demás palabros economicistas. Démosles un sentido social o atengámosnos a las consecuencias...

Quizás también te interese:

(1) Santamaría, A. (2013) Heducación se escribe sin h, Ed. Debate.




lunes, 1 de septiembre de 2014

7 desafíos para el nuevo curso

Empezamos el nuevo curso y, como cada 1 de septiembre y cada 1 de enero, llegan los  propósitos de enmienda. No hablo de ir al gimnasio o de ponerme las pilas con el inglés, que esas batallas están más o menos ganadas desde hace tiempo, sino de todas aquellas iniciativas, propuestas o nuevos planteamientos que quiero aplicar a mi práctica docente en el aula y, por extensión, al trabajo en  mi centro. Así pues, aquí van los que a partir de hoy van a ser mis principales desafíos durante el presente curso escolar.

Perseverar en la socialización del trabajo en el aula. El año pasado inicié un proceso de socialización de nuestro trabajo en el aula con el alumnado que ofreció resultados muy interesantes. No se trata solo de abrir las puertas del aula para aprovechar los recursos del entorno, sino de facilitar el trabajo colaborativo entre el alumnado y el propio profesorado. La idea es continuar con esta estrategia de socialización y potenciarla en la medida de lo posible.

Contribuir a que nadie se quede atrás. Debe ser una de nuestras obsesiones: el progreso de todo el alumnado. Esto está íntimamente relacionado con el aprendizaje personalizado. La idea es evitar establecer unas metas comunes para todo el alumnado para, por contra, atender diferentes ritmos, intereses y capacidades. Para ello abrá que trabajar en equipo, estar bien coordinados y atentos a la evolución de unos y otros. 

Desburocratizarme el máximo posible. Me agota el trabajo burocrático, me desespera. Pienso reducirlo el máximo posible para poder dedicarme con mayor atención a lo que pasa en el aula (y en el centro, por supuesto). Así pues, "boicot" a la burocracia.

Perseverar en modelos de evaluación alternativa. La idea es potenciar mecanismos de evaluación alternativos al examen tradicional al final de cada unidad. Ya el año pasado usé algunos modelos (pruebas colectivas, evaluación entre pares, por rúbricas...) que funcionaron bastante bien, eso sí, basados más en la intuición que en un análisis serio del asunto. La idea es, pues, ofrecer modelos más trabajados, eficaces y adaptados a las necesidades del alumnado.

Generar espacios de trabajo y encuentro colectivos. Trabajar más con mis compañeros y para mis compañeros. No es fácil pero, por suerte, somos un centro pequeño (minúsculo, casi) y creo que podemos colaborar más y mejor para ofrecer una atención más eficiente al alumnado.

Atender mejor el aspecto emocional del alumnado. Desde mi analfabetismo emocional, intentaré también dar los primeros pasos en este ámbito para mejorar también mi trabajo y atender mejor un aspecto tan importante para el desarrollo académico, social y personal del alumnado.

En definitiva, como podéis ver, altas expectativas para este curso académico. Éste es, de hecho, el último gran desafío: apuntar alto y ser exigente con el propio trabajo y con el alumnado para, desde la exigencia, mejorar nuestra práctica y favorecer un aprendizaje más completo e interesante. En fin, empezamos...