sábado, 29 de noviembre de 2014

Alumno, no tengo tus 36.000 €

Lo siento, alumno, pero va a ser que no. Hace unos días, este tweet de M. Nadal me llevó a la entrevista que en la contra de La Vanguardia realizaron a Raj Chetty, investigador de Harvard y medalla Bates de Economía (lo cual no tengo ni idea de si es bueno o no, pero ahí queda el título). En ella, entre otros aspectos, Chetty resaltaba la importancia de la educación como ascensor social y, sobre todo, la influencia que sobre las posibilidades de mejora de la vida de la población pobre podría tener lo que el investigador hindú denomina profesores con valor añadido, es decir, "profesores excelentes que más aumentan la nota media de su alumnado en el curso siguiente". La definición, de hecho, ya tiene miga, pero esa es otra cuestión...

Independientemente de si estamos de acuerdo o no con la definición de marras, según Chetty, la influencia de estos profesores podría llegar a cuantificarse hasta en 36.000 euros más de ingresos a lo largo de la vida de cada alumno. De hecho, el supuesto impacto del profesor con valor añadido no acaba aquí. El contacto con un profesor excelente permite, siempre según el entrevistado, reducir el riesgo de "embarazos adolescentes, adicciones o delincuencia juvenil. Además, [los alumnos] acceden a mejores universidades y así consiguen mejores empleos y más ingresos". La última frase de la entrevista es significativa de la importancia que Chetty otorga a la labor del profesorado cualificado: "Si lográramos que los mejores [docentes] enseñaran en barrios pobres, acabaríamos con la pobreza".

Es indiscutible el impacto que la educación tiene para el desarrollo de las personas y de las sociedades. También parece evidente la influencia o la importancia que determinados profesionales de la educación pueden ejercer sobre el alumnado, no solo a nivel didáctico, sino también personal. Muchos lo hemos vivido de primera mano. Ahora, de aquí a establecer una relación directa entre el trabajo de un grupo de buenos profesionales y la reducción de la pobreza creo que va un trecho importante. En mi opinión, la pobreza se combate con políticas (también educativas, claro) dirigidas a su erradicación. Asignar el profesorado mejor preparado a los centros más humildes con el objetivo de elimar la pobreza me resulta de una ingenuidad bastante sospechosa. Además, el argumento puede volverse en contra de un colectivo, el docente, que no es que esté trabajando en las mejores condiciones posibles, precisamente. La labor del profesorado, pues, puede ser fundamental en la lucha contra la pobreza, pero creo que esa pelota, la de la pobreza, está en otros tejados.

En cualquier caso, fue acabar de leer la entrevista y ponerme a hacer números: 7 años como profesor, a una media de 75 alumnos nuevos por curso, me salen a 18.900.000 € generados. No es necesario decir que viendo el resultado me vine arriba, por supuesto. ¡Casi diecinueve millones de euros! Aunque luego pensé que solo con que una pequeña parte de mis exalumnos leyera la entrevista y decidiera reclamar su parte estaría en serios problemas financieros. Finalmente recordé el concepto clave: profesores excelentes. Ahí respiré tranquilo. Así que, insisto: lo siento, alumno, pero no tengo tus 36.000 €.



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