martes, 17 de enero de 2017

Evaluación en movimiento

No es la primera vez que uno escribe por aquí sobre evaluación. De hecho, es uno de los temas recurrentes de este blog y, lógicamente, no es casualidad. En la evaluación se centran muchos de los posts de De vuelta porque es uno de los temas que más me preocupan y en los cuales, hay que reconocerlo, uno se siente más inseguro. Así pues, por aquí hemos reflexionado sobre modelos de evaluación en ¿Big Mac o Guía Michelin?, Y tú, ¿cómo evalúas?, sobre la (no) autoevaluación del profesorado en ¿Autoevaluqué?, o sobre Juntas de evaluación (y el fin del cante Jondo). En fin, que la evaluación ocupa gran parte de mis (por otra parte enormes) Dudas docentes

Y es que en mis clases, de un tiempo a este parte, evaluamos en movimiento. ¿Qué quiero decir? Pues que tratamos de no fiarlo todo a la foto-fija del examen/trabajo final e intentamos que la evaluación sea más flexible, dinámica y, sobre todo, más participativa. Se trata de ceder más espacio al alumnado para promover aquello del "aprender a aprender" y de estar atentos a los procesos de aprendizaje en casi todo momento, no solo al final de cada unidad.  Esto, que hay docentes que lo llevan practicando siglos, uno lo está aplicando en los últimos cursos y los resultados son (moderadamente) satisfactorios. Claro, genera bastante más trabajo pero, en mi opinión, permite una aproximación mucho más real y eficaz a los procesos de aprendizaje de cada alumno/a.

Pero, ¿en qué se concreta todo esto? Básicamente en dos aspectos novedosos respecto métodos de evaluación más tradicionales usados por un servidor tiempo atrás. Por un lado, en el uso de nuevas herramientas de evaluación más variadas y, por el otro, en un enfoque mucho más participativo por parte del alumnado, el cual se ve obligado a tomar decisiones en relación a la evaluación de su trabajo.

Respecto a las herramientas, hemos incorporado el uso de rúbricas de evaluación (¡sencillas!) y mayoritariamente elaboradas por/con el alumnado, el portafolio digital, los diarios de reflexión y de aprendizaje o la coevaluación y la evaluación entre pares, los cuales combinamos también con pruebas de validación más o menos tradicionales (individuales o grupales). Al final se trata de adaptar los mecanismos de evaluación a las nuevas dinámicas de trabajo de una manera sencilla y eficaz. Si trabajamos desde un paradigma que se escapa al modelo tradicional de enseñanza-aprendizaje, no tiene demasiado sentido aplicar estrategias de evaluación vinculadas a tal sistema. En este sentido, no parece mala idea que evaluación y metodología vayan de la mano.

Y en lo que se refiere a la actitud del alumnado ante la evaluación, la idea es que esta sea mucho más participativa, que el alumno deba responder de su trabajo. Además, se pretende también ofrecer espacios para que no solo analice su actividad, sino que también pueda valorar críticamente el trabajo y las propuestas del profesorado. En este sentido, la realización de un diario de reflexión, encuestas de valoración y, sobre todo, las entrevistas individuales son elementos de notable ayuda para fomentar la autocrítica y el intercambbio de información entre alumnado y profesorado.

¿Dudas? Sigue habiendo muchas, por supuesto. Ya hablaremos sobre ellas en futuras publicaciones. No obstante, moderneces varias al margen, creo que evaluar más allá de la foto-fija puede ofrecernos excelentes resultados y, sobre todo, la posibilidad de acercarnos de manera más eficaz y personalizada a los distintos perfiles que, sin duda, pueblan nuestra aula. Seguiremos en movimiento, pues.



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